Cada vez que empiezo un documento de word me asalta un viejo compañero de fatigas.
No, no el asistente de Word. Mr Clip. Es la versión de mi mismo que me desafía, una vez más, con el reto de la hoja en blanco.
No es de extrañar que produzca cierto vértigo. Imagina... en tu vida has visto tantas memorias cuya extensión es ilimitada, tantos libros que superan las 1000 páginas, tantas obras enciclopédicas de tomos anchos como la mar... ¡Oh!, que poético. Vamos que has visto tantas cosas así, que acabas pensado que si no creas una memoria de gran consideración en términos cuantitativos, pues no va a valer de nada. Quiero quitarme ese pensamiento de la cabeza y aunque se que es difícil haré un ejercicio de auto-crítica retro-alimentativa para que en el transcurso de mi trabajo de documentación no caiga en el uso gratuito del corta pega. Quiero que esta memoria tenga validez tanto sea extensa o como si es más bien liviana. Se que en muchos casos me ando por las ramas. Pero lo hago quizás porque mi subconsciente este más anquilosado en ese pensamiento de extender la “cosa” que mi narrativa sobrecognoscitiva. Sería el momento de llamar a mi psicoanalista, sobrinísimo de Sigmund Freud y preguntarle por esta obsesión de alargarlo todo. Seguro que esta última frase provoca una leve mueca en ti. Él, me refiero a mi psicoanalista, como buen genio diría, por supuesto, que esto se debe a un trauma generado en mi época de niñez y me daría cita para tres veces a la semana y otra para terapia de grupo los martes por las siete.
Entonces, después de meses de terapia inútil estaría aquí, sentado de nuevo, al principio de la escritura de esta labor que se me ha encomendado, un poco más viejo, más pobre y quizás mas cuerdo... o menos. No sabría decir si la memoria resultante sería más corta por el efecto de mi renovada salud mental o símplemente, porque el paso del tiempo habría vaciado el ya de por si limitado conjunto da datos que se enmarañan, extendidos por la materia gris de mi psique. No quiero alcanzar tales extremos, así que prescindiré de su sabio consejo para lanzar mi ser a la piscina de la dimensión literaria sin adulterar, con una mano delante y otra detrás. Esto que escribo, como diría un buen amigo mio y mentor, no es más que masturbación mental.
El reto de la hoja en blanco es duro. En repetidas veces me he enfrentado a el y he perdido. Durante tiempo pensé en que no tenia nada que contar de interés, que simplemente mis ideas no eran suficientemente validas o de un concepto muy pobre. Que todo ya está inventado. No se, el caso es que me perdía en absurdos debates transcendentales y confusos cargados de tristeza y autodestrucción. El optimismo es una cosa muy importante. Una idea por si sola no es mala. Si algo no convence a la primera no se debe rechazar enseguida de plano. Quizás debas reconducirla en todo caso. A lo largo de la vida encuentras gente que va a ser hipercrítica con todo lo que le enseñes. Todavía me siento joven y ya me he encontrado con unos cuantos de esos. No te fies. Luego, alguno de ellos, se aprovechará de tu desazón para robarte la idea, ponerle un relojito y lanzarla al mercado con su nombre. El mundo esta lleno de tiburones, pero no por eso debes ser uno de ellos. A la larga te sentirás mejor contigo mismo, orgulloso de haberte mantenido unos principios y valores, en esta sociedad que esta un poco carente de ellos.
El reto de la hoja en blanco es duro, pero más duro es hacer un Sudoku. Al menos para mi.
